martes, 17 de julio de 2018

NEFELIBATA





Quien me conoce lo sabe, soy un desastre. Puedo estar meses sin llamar por teléfono, siempre me olvido de los cumpleaños, doy mucha importancia a cosas inútiles y paso de algunas importantes. Te contaré mi vida en cualquier baño a las 7 de la mañana y haré que no ha pasado nada. Mis enfados duran una media de 3 minutos y pienso que todo se soluciona con un abrazo. Olvido rápido, olvido siempre. 

Pero no me cuentes cuentos. Que ya me los sé, que yo también los he contado. Para quien todavía no lo sepa, vivo en el país de las maravillas en el que ya no cabe ninguna criatura antropomórfica más. En el que Alicia se ha cansado de seguirle el juego al conejo blanco y ya no siente curiosidad por entrar en la madriguera. 
Mi hada madrina se llama tiempo y aunque todavía no me ha concedido todos mis deseos, me ha enseñado un truco que siempre funciona: intentar ser feliz. No lo busquéis en el libro, está en la página que nunca vais a leer hasta que no comprendáis lo que es importante en la vida, en vuestra vida. 

No me contéis cuentos, ni fábulas, ni novelas, que ya tengo mi película propia. Se llama saber lo que quiero y tiene un valor incalculable. Es como cuando te preguntan si prefieres playa o montaña y no te decides, pero tienes realmente claro que no quieres quedarte en casa. 

Es muy simple: lo que puedes querer está en parte condicionado por el futuro, lo que no quieres es un producto fiable de tu pasado. 
Lección aprendida, no somos como los caballitos de mar que se quedan toda su vida con la misma pareja.

No me cuentes cuentos, que los zapatos de cristal se acaban rompiendo y hace mucho que no vuelvo a casa antes de las doce. Soy más de noches bailando con quien sabe entender que me van los vuelos sin motor y las sonrisas en las que se ven los dientes y que no intentan cortarme las alas. Y vuelo, alto, siempre. Las calabazas para quien las quiera.

¿Os sabéis el cuento del elefante de circo que acabo conquistando al mundo aprendiendo a volar? Es mi favorito. Manojo de flores que ha sobrevivido a mil inviernos sin morirse por nadie, para conquistar mi mundo hace falta poco ruido y muchas nueces.

Puede que no lo entiendas, pero al otro lado del muro hay jirafas que capaces de andar por si solas a la media hora de haber nacido. Un ron cola, por favor, que mis caídas siempre son libres pero nunca me olvido de poner los pies.
Cigarros de después que no se quieren acabar, no te imaginas cuántas letras se me han quemado entre los labios escuchando historias que no eran verdad.


No me cuentes más cuentos, que Pinocho ya no tiene a quien mentir.


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