martes, 12 de septiembre de 2017

PLAN B

Hace un tiempo me preguntaron: 

  •  ¿Cuándo fue la última vez que te apasionaste por algo?
  •  ¿Dónde se ha escondido la chispa que iluminaba tus ojos y la ilusión que despertaban tus palabras?
  • ¿Dónde ha ido a parar tu pasión, tu entusiasmo, tus ganas de vivir?
Fruncir el ceño como respuesta empezó a formar  parte de mi expresión natural. No me gustaba nada.  Pensaba que la suerte me había dejado un poco de lado, o quizás, yo la había descuidado. Pero, titis, la suerte es solo un factor externo del que no se puede depender. Y por por eso, ante todo esto, hay que disponer de un plan B: Volver a ser feliz.

Así que no echemos las culpas a la suerte. La felicidad depende de uno mismo. Concretamente, de nuestra actitud, de nuestro ser, de nuestra manera de enfrentarnos a los desafíos. Y si ése es siempre nuestro plan A, sencillamente, no necesitamos más letras.

En algún lugar leí o escuché, que cerca del 90% del éxito en la vida está en la actitud, tan sólo el 10% es conocimiento. Lo importante es la actitud con la que nos enfrentamos a la vida. Aquí, justo en este punto, entra lo que se conoce como coeficiente de optimismo. La Nasa, cuando tiene que enviar a un tío a la Luna, no mira la inteligencia, mira el coeficiente de optimismo. ¿Tú te imaginas ir a la Luna con un pesimista?

¾     ¡Nos vamos a caer! ¡Se oye un ruido!

Nuestro cerebro no ve más allá de lo que nuestras emociones quieren, razón, por la cual, hay personas que hagan lo que hagan siempre salen adelante, de la misma manera, que hay gente que haga lo que haga, siempre se hunde.

Me encuentro en el  camino de radiar optimismo, dejar que los problemas sólo sean retos que conseguiré superar. No me quiero conformar con sobrevivir. Quiero volver a encontrarme, cuanto antes, a mí, y a la razón que hace que me levante todas las mañanas.

Miro a mi alrededor y veo que la gente se pasa el día corriendo, no tiene ni idea de a dónde, pero corren, todo el rato. ¿Por qué tanta prisa? Paremos un momento, volvamos a tomar el control sobre nuestra vida.

La energía que difundimos, que transmitimos, que proyectamos, se contagia. Hay personas con energías tan auténticas que en su compañía siempre acabas empapado de vida, las he visto, las he conocido, las he abrazado y me he empapado de amor.

Creo que con la suerte sucede lo mismo: se atrae.

Me he mirado al espejo y me he dicho: córtate el pelo, vete de compras, haz ejercicio, renuévate por dentro y por fuera. Todo depende de tu perspectiva y de la felicidad interna que haya dentro de ti.

Yo la he conocido, y quiero que la felicidad vuelva a consumirme para poder bailar con ella de nuevo.

Quiero que me vuelva a hablar de sueños ambiciosos, que me devuelva la pasión, que me haga reír a carcajadas, que se ponga a cantar cuando no viene a cuento.

Ha llegado el momento de volver a ser feliz.



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