Temer al amor es temer a la vida, y los que temen a la vida ya están medio muertos -
Bertrand Russell
Esta cita se quedó grabada en mi cabeza desde la primera vez que la leí, hace ya unos años, cuando trataba de entender y descifrar la definición más perfecta del sentimiento romántico. La recordé esta mañana en el metro, llevaba un libro bajo el brazo y la cabeza orbitando en otra galaxia, que ni yo misma sé dónde está. Me sentía con suerte por poder estar ocupando una plaza en este lugar al que llamamos mundo.
Hace tiempo que me prometí a mí misma, proteger, preservar y defender todos y cada uno de mis sueños por encima de cualquier impedimento: rebatiría las leyes de Newton o viajaría hasta el Annapurna a la pata coja si hiciera falta. Decidí que arriesgarse siempre es la mejor opción, que no quería sentarme a mirar lo que pasa. Que me lanzaría de cabeza sí creo en ello.
No tengo dudas. Si fuera un árbol, sería el castaño al que todo el mundo le quiere sacar una foto porque representa el otoño. Si fuera una escalera, querría servir de asiento para los que no necesitan más que un “aquí y ahora”. Si fuera una flor, crecería en medio del asfalto para sorprender al sol. Si fuera un muro sería la grieta por la que pasa la luz. Si fuera un abrazo, sería de los que te remueven por dentro y acaban con un beso en la frente. Si fuera una palabra sería amor.
He tropezado cientos de veces con la misma piedra; algunas veces por despiste, otras por error y la gran mayoría por voluntad propia. Cabezonería, divino tesoro. Reconozco que me he tirado mil veces en picado al mismo pozo por defender causas perdidas en un intento de arreglar el mundo y otros planetas cercanos. Me declaro culpable de no arrepentirme de ninguna de ellas y puedo prometer y prometo tener la intención de volver a hacerlo tantas veces como me apetezca.
Soy fan, muy fan de las miradas de reojo, los álbumes de fotos, las sábanas siempre revueltas, las cañas con amigos, los viajes improvisados, las librerías de segunda mano, las cosas complicadas, los polvos mañaneros y el cigarro de después.
Así que, la cuestión final de todo esto, no es otra que la que nos planteaba Barbra Streisand en "El amor tiene dos caras":
¿Por qué la gente busca el amor cuando éste tiene una caducidad limitada y puede ser aniquilador? Yo creo que es porque, como algunos de vosotros ya sabéis, mientras dura… te sientes de puta madre