Nos
prometieron amor eterno, una media naranja, un príncipe azul y unos zapatos de
cristal. Y vamos nosotras (pobres y bellas ilusas) y nos lo creemos, es más, lo
buscamos, y así nos quedamos con una mano delante y otra detrás. La media
naranja resulto ser una rodaja de limón más seco que la mojama, y el zapato de
cristal era de plástico -los problemas del “primer mundo”- a fin de cuentas
¿quién necesita un príncipe azul pudiendo ser tú reina y señora de tu propio
castillo?
Lo
importante no es el amor eterno, sino el amor real. Que te quieran para siempre
no sirve de nada si no te quieren bien.
Ya
lo dijo Oscar Wilde en el siglo XIX “Amarse
a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna”